Los habitantes de la aldea
extraían la luna de la mina
y la portaban hasta el monte.
En la cima la echaban al vuelo
y hacían la noche.
¡A cazar Perseidas!,
gritaban los jóvenes.
Y soltaban de sus palmas
el tomillo para dejarse encontrar.
A consolar a San Lorenzo,
decían los viejos.
Y aprovechaban la oscuridad del día
para que nadie se enterneciera
viéndolos llorar.
Quien muchas veces no ha ocultado las lagrimas para que no nos vieran llorar.Optimo poema.Teresa J.deteresa
ResponderEliminarMuchas gracias, Teresa; eres muy amable. (Además de ser la primera invitada en llegar a la fiesta).
ResponderEliminarUn beso.